“Vi un auto en la carretera hoy”, dice Julien el hijo más chico de la familia. Un auto en la carretera, algo esperable y perfectamente común.
Una casa en el medio de la calle, como dice el conocido tema de Madness. En este caso se trata de una casa en el medio de la autopista. La construcción se alza solitaria a la vera del pavimento de una autovía que lleva esperando diez años para ser inaugurada. Se trata de una casa convencional con dos pisos, un pequeño parque con un huerto y una pileta en construcción. En ella viven madre, padre, tres hijos y el gato que tienen como mascota. Además de la autopista, alrededor de la casa sólo hay pasto y un modesto sendero a través del cual el padre viaja todas las mañanas a su trabajo y los dos hijos más jóvenes caminan hasta cierta altura donde los levanta el micro que los lleva a la escuela.
El film de la directora suiza Ursula Meier nos presenta un hogar donde se vive tranquilamente, la madre se encarga de los quehaceres domésticos diarios y la hija más grande toma sol mientras escucha música. El clima entre los parientes es bueno y armónico sin presentarse más problemas que los que habitualmente surgen en una convivencia. Los días pasan alegres y tranquilos y en las noches la familia se reúne para jugar al hockey sobre patines (y sobre el asfalto) o instalar la tele y el sillón en la autopista para mirarlo todos juntos. Y entonces, ver un auto en la carretera ya no resulta algo obvio y usual.
Súbitamente, camiones y obreros comienzan a copar la autopista. La familia no se desespera pero sufre una mezcla de incredulidad y resignación ante lo inminente. El nuevo proceso de asfaltado avanza y queda terminado. Pronto aparece el primer auto, el segundo, el tercero… y pronto, también, se vuelven incontables. Luego de llegar del colegio, la hermana más joven calcula matemáticamente la cantidad de autos, camiones y motos por hora mientras espera junto a su hermano menor a que llegue su padre para poder cruzar la calle y entrar a su casa. La suma asciende a los 48.000. Afortunadamente, la madre tiene la idea de armar viandas que, a los gritos para poder entenderse, les lanza a sus hijos; la bolsa de viandas viaja sobre los autos y cae en el lado opuesto de la autopista. Rápidamente, ésta se vuelve intransitable, peligrosa y molesta: el ruido es insufrible. El personaje de la hermana menor se obsesiona con la contaminación aportando un elemento melodramático interesante: parodiando este tipo de conductas hace que nos encontremos en el extremo opuesto, subestimando y riéndonos de esta clase de preocupaciones.
Paulatinamente, la situación en la casa va cambiando. Las relaciones se vuelven ásperas, aparecen los malos humores, la irritabilidad, la falta de sueño debido al ruido y la desunión familiar. Cada vez la tensión es mayor y, finalmente, la desesperación lo lleva al padre a tapiar y acustizar toda la construcción hasta quedar la familia totalmente encerrada dentro del silencio y la seguridad del hogar, al borde del ahogo en un final que reclama reflexión.
La película “Home” tergiversa nuestra cotidianidad para problematizar conductas y hechos de la vida actual. Despojándonos de la progresión de los avances técnicos nos hace sentir todo el desarrollo y la evolución caer estrepitosa y súbitamente sobre nuestras vidas.