[pullquote]En el campo económico, lo llaman “el modelo empresarial del futuro”. Se trata de las “empresas B”[/pullquote] , un tipo de emprendimiento que está redefiniendo el significado de la palabra éxito, al promover la integración de la rentabilidad y los intereses comerciales con objetivos sociales y ambientales. Surgido en Estados Unidos en 2006 (de allí su nombre: “B Corporations” – Benefit Corporations), este incipiente movimiento mundial se basa en el lema de “no sólo ser las mejores del mundo, sino también las mejores para el mundo”.
Cómo explica Sistema B en su web, representante para Sudamérica de B Lab (el certificador oficial), “estas empresas se rigen por altos estándares sociales, ambientales y de transparencia, considerando no sólo los intereses financieros de sus accionistas, sino también otros intereses de largo plazo tales como los empleados, los proveedores y clientes, la comunidad a la que pertenecen y el medio ambiente”. B Lab mismo es una organización sin fines de lucro, y ocupa el mismo rol que TransFair en la certificación del Fair Trade o el United States Green Building Council (USGBC) en la supervisión de edificios sustentables LEED (Leadership in Energy & Environmental Design).
En total, ya más de 850 empresas alrededor del mundo en 60 industrias distintas cuentan con esta calificación que, cabe destacar, se aplica a la firma en su conjunto y no a un producto o proceso en particular. Para ser considerada una empresa B, se debe obtener un puntaje mínimo de 80 sobre 200 en la herramienta de evaluación (B Impact Assessment), que establece criterios sociales y ambientales transversales. También controla aspectos legales, de manera que la misión de la compañía no pueda ser modificada a pesar de los cambios en la gestión y los inversores. Uno de los puntos a favor de este nuevo método de certificación es el de separar tajantemente a las compañías responsables de aquellas que sólo realizan acciones de greenwashing y bluewashing.
En la Argentina fueron certificadas como B-Corps empresas como Greca -que confecciona objetos de diseño a partir de botones de descarte industrial-, Emprendia -consultora en proyectos de sustentabilidad para empresas-, Guayaki -productor de yerba mate orgánica-, Más ambiente –que elabora jabón de uso personal reutilizando aceite vegetal- y Sílice Tranquilidad Tecnológica –PYME de software-, entre otras.
En diálogo con el sitio Apertura.com, Guillermo Schulmeier, co-fundador y CEO de Emprendia, contó que el proceso de certificación “duró cinco meses y tuvo que ver con adecuar algunas prácticas que ya teníamos como concepto. Tuvimos que implementar el reciclaje, empezar a medir el consumo energético y poner metas de reducción, poner una política de transparencia -que la teníamos- pero que la tuvimos que bajar a algo más concreto”. Y agregó: [pullquote]“La certificación B te permite dar garantías de que hacés lo que decís”.[/pullquote]
Es interesante como el surgimiento de esta nueva generación de empresas da cuenta de ciertos cambios ideológicos en la actitud de los consumidores, los inversores y los empleados en relación al rol social de éstas. Las demandas en materia ambiental de estos grupos es cada vez mayor, lo que puede definir tanto el éxito comercial de los emprendimientos como la llegada tanto de financistas como de talentos profesionales. Aunque naciente y minoritario, el modelo B es un indicio de cómo cada vez más actores sociales demandan estándares más altos en materia social y ecológica, mejores métodos de rendición y transparencia y el creciente alineamiento entre valores y decisiones de compra por parte de los clientes.
Por otro lado, comienza a replantearse el modelo de división de la sociedad en tres sectores (el ámbito privado, el mundo público y la sociedad civil -que incluye a las organizaciones sin fines de lucro y las ONG-). De acuerdo a algunos analistas, la irrupción de las empresas B habilitaría a hablar de un Cuarto Sector, conformado por estos nuevos modelos empresariales, que tienen como objetivo el desarrollo sostenible, el respeto por sus trabajadores y proveedores, además del cuidado medioambiental y que garantizan no sólo el crecimiento económico, sino el bienestar del planeta.
Existe, sin embargo, un consenso en considerar que, salvo por el caso de Estados Unidos, es necesario trabajar en un marco legal que reconozca y permita el desarrollo de las empresas B a nivel global. Falta un marco jurídico que regule sus obligaciones y compromisos, ya que la legislación distingue entre personas jurídicas con y sin fines de lucro, y no contempla empresas que combinen lucro con interés general.
Recientemente, el estado de California creó legalmente una categoría para este tipo de empresas, que están obligadas por ley a buscar un efecto positivo en la comunidad, el medio ambiente, los empleados y los proveedores al tomar decisiones de negocio. Esta es una cobertura extra para muchos directorios, que hasta la sanción de la ley podían incluso ser enjuiciados por los accionistas si no priorizaban la maximización de los benefecios en el proceso de toma de decisiones.
En nuestro país, la Ley de sociedades (sociedad anónima y de responsabilidad limitada, por ejemplo) marca la división entre los emprendimientos comerciales con las asociaciones, cooperativas, mutuales y fundaciones. La normativa vigente, en este sentido, no permitiría el modelo planteado por las empresas B, ya que postula la obtención de beneficios económicos y su posterior reparto. De crearse una legislación para las B-Corps en Argentina, esta podría proteger no sólo a los emprendedores y empresarios, sino también a muchos inversores interesados en aportar capitales. De lo que se trata, en última instancia, es de contar con una banca legal y ética para este espíritu socialmente responsable, sin que esto signifique dejar de lado los objetivos mercantiles.