Históricamente, uno de los obstáculos para el éxito de un programa de Responsabilidad Social Empresaria ha sido la falta de un adecuado diagnóstico situacional previo, que detectara las necesidades sentidas y reales de sus destinatarios.
Superado ese inconveniente, existe otra variable -pocas veces tenida en cuenta- capaz de llevar cualquier proyecto valioso al fracaso: la falta de identificación con el mismo de quienes lo desarrollan.
Los hechos muestran que un programa de RSE o RSU tiene más posibilidades de resultar exitoso cuando los objetivos no sólo están alineados con los de la organización, sino también cuando se conjugan con la vocación de aquellos colaboradores que llevan adelante las acciones.
Por otra parte, un modo interesante de disminuir el margen de error en el diseño e implementación de los diferentes proyectos es el intercambio de buenas prácticas.
Cuando nos referimos a “buenas prácticas” es conveniente alejarnos tanto de la crítica infundada como del aplauso inconsistente. Se trata de un conjunto de acciones sistemáticamente implementadas, evaluadas, sostenidas en el tiempo y documentadas, que han demostrado ser eficaces para dar respuesta a los problemas prioritarios de la comunidad.
[pullquote position=”left” hidden=”true”]Un modo interesante de disminuir el margen de error en el diseño e implementación de proyectos de RSE es el intercambio de buenas prácticas.[/pullquote]Jamás reemplazan al imprescindible diagnóstico de situación, a la introspección, ni al análisis del contexto, y nunca es posible -ni deseable- transferirlas sin más de una organización a otra. Sin embargo, funcionan como faros o brújulas para orientar a quienes aspiran a desarrollar este tipo de iniciativas y, en algunos casos, ayudan a despertar vocaciones.
Si hay algo que las vuelve más valiosas aún, es justamente su condición empírica, es decir, el hecho de que se apliquen, en lugar de limitarse a la mera enunciación, la teoría o el papel.
Desde la Diplomatura en Responsabilidad Social y Resiliencia de la Universidad de la Marina Mercante (UdeMM) se promueve el intercambio de buenas prácticas porque una organización es más responsable cuanto más abierta y flexible se muestra frente a la posibilidad de aprender (de la experiencia propia o ajena) a construir con esperanza frente a una eventual adversidad.
Algunas pymes tienen la intención de elaborar un programa de RSE y temen no estar tomando el camino más adecuado. Otras cuentan con proyectos magníficos, pero desean que sus colaboradores se comprometan activamente con los mismos. Como diría Émile-Auguste Chartier: “Nada tarda tanto en llegar como lo que nunca se empieza”, razón por la cual, la participación en estos espacios, compartiendo prácticas inspiradoras, puede convertirse en un muy buen modo de comenzar.
Imagen: Paul Foreman