Guayakí Latin America es una empresa que trabaja en conjunto con productores de yerba mate orgánica certificada y cultivada bajo sombra de especies nativas de la Mata Atlántica en Argentina, Brasil y Paraguay. Su objetivo es conservar y desarrollar las comunidades mediante la comercialización de sus productos en Estados Unidos, Canadá y Europa.
Guayakí empezó como un proyecto universitario en la Universidad de Cal Poly, California, en 1996. Los fundadores Alex Pryor, de Argentina, y David Karr, de California, se hicieron amigos tomando mate. Tenían una visión común y juntos crearon un modelo de negocios que, mediante la venta de yerba mate en los Estados Unidos, lograría la restauración de la Mata Atlántica.
Como explica Pryor, “la ecoregión de la yerba mate abarca tres países: Argentina, Brasil y Paraguay. Esta ecoregión boscosa es conocida como Mata Atlántica y es la más amenazada de la tierra, del área original sólo queda el 7 por ciento”. Las causas de deforestación son: el corte ilegal de maderas nativas, la ganadería extensiva y los monocultivos de soja, trigo y maíz, entre otros.
Frente a esta situación, junto a su socio Karr, buscaron alternativas económicas prácticas para los actores sociales que viven en esta ecoregión. A través de la comercialización de yerba mate orgánica y cultivada bajo especies nativas o en áreas reforestadas, garantizarían la compra al productor.
[pullquote position=”right” hidden=”true”]A través de la comercialización de yerba mate orgánica y cultivada bajo especies nativas o en áreas reforestadas, garantizarían la compra al productor[/pullquote]
El valor de la yerba mate, por otro lado, está sujeto a cubrir costos ambientales y sociales que le permitan al actor social desarrollar una vida saludable junto a su medio ambiente. En la actualidad, más de 50 familias y 5000 hectáreas de Mata Atlántica están bajo un programa de manejo sostenible elaborado por Guayakí y monitoreado por certificadoras orgánicas.
“Nuestro objetivo es aumentar la demanda de yerba mate orgánica para poder trabajar con una mayor cantidad de actores sociales en prácticas de manejo orgánico y de restauración de especies nativas en esta región y así aumentar el impacto social y ambiental”, asegura Karr. Así, la yerba Guayakí es una opción saludable para el medio ambiente, el actor social y para el consumidor.
Desde Guayakí aseguran que su yerba mate es “una obra de arte”. “Como un vino muy fino, se cultiva, cosecha y seca siguiendo las tradiciones y épocas del año que corresponden. Se cosecha, a mano, solamente las hojas y palos tiernos. Y se estaciona un año en depósitos que la protegen contra la humedad y que consigue ese sabor balanceado y suave”.
En todo el modelo de Guayakí se destacan los principios del comercio justo. Esto se manifiesta en la misión de generar un mercado de nuevos productos orgánicos, pero garantizando el desarrollo económico sustentable y la preservación de las culturas en pequeñas comunidades y favorecer la conservación y la reforestación de la Mata Atlántica.
[pullquote position=”right” hidden=”true”]En todo el modelo de Guayakí se destacan los principios del comercio justo[/pullquote]
Cabe destacar, en este sentido, el trabajo de Guayaki con pequeños y medianos productores en Argentina, Brasil y Paraguay y con la comunidad indígena Aché Guayakí (de allí su nombre) para extraer y producir yerba mate orgánica y bajo sombra de la Mata Atlántica, comprometidos con la conservación del bosque, con la producción orgánica y con el comercio justo.
De hecho, su modelo de negocios se denomina “restauración orientada por el mercado”. Este principio permite alcanzar sostenibilidad económica, ambiental y social mediante el consumo responsable, que sostiene la restauración del bosque y de su gente. Por amor al mate, los consumidores son la fuerza que orienta al mercado a la conservación y al desarrollo de las comunidades pagando un precio de comercio justo.
En palabras de su fundador, Alex Pryor, “necesitamos escuchar más a todos los interesados. Creo que tenemos algo en común y para aportar. No importa cuánto sepamos, siempre se puede aprender de otros. Antes de tener a mi primer hijo sentí una gran responsabilidad hacia las futuras generaciones. Ahora, este sentimiento es aún más personal”.