Ética, más que un compromiso empresario

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La ética surge a la luz de las primeras reflexiones filosóficas de la antigüedad. En su forma más clásica, esta rama de la filosofía se ocupa de los actos conscientes del hombre libre. En este sentido, plantea un proceso reflexivo de la forma de conducirse que se encuentra mediado por un juicio sobre las acciones del hombre. Por lo tanto, se trata de una práctica que abarca todos los ámbitos de la vida, lejos de circunscribirse exclusivamente al campo de los estudios filosóficos, constituye un aspecto de la actividad cotidiana. Es por eso que dentro de la ética caben las valoraciones que podemos realizar acerca de una actitud exclusivamente personal respecto de un amigo, por ejemplo, hasta los juicios que podemos elaborar sobre la conducción política de una nación. Ambos emanan de una premisa ética sobre “lo que está bien” y “lo que está mal”.

[pullquote position=”left” hidden=”true”]La cuestión que subyace al compromiso empresario con una actitud más ética es la de la rentabilidad.[/pullquote]En la actualidad, se vienen dando diversos debates sobre la ética en relación con el accionar de empresas y organizaciones. La transparencia, la responsabilidad social y la sustentabilidad, entre otros, son algunos de los puntos sobre los que se debe trabajar a la hora de revisar el comportamiento ético de una empresa. La cuestión que subyace al compromiso empresario con una actitud más ética es la de la rentabilidad. Aportar a iniciativas de este tipo ¿cómo impacta en el rendimiento de la empresa? ¿Representa una ganancia en el desarrollo global de la organización?

A modo de ilustración, Platón dividía “el alma” en tres partes: la apetitiva, la irascible y la racional. Según esta teoría, para llegar al conocimiento de la verdad, en ese entonces el fin supremo, era necesario que el alma estuviera conducida por su porción racional. Si, en cambio, primaban los aspectos apetitivos o emocionales, el alma caía en las limitaciones de lo corporal y era incapaz de elevarse. Esta escueta exposición de la filosofía platónica es útil para entender las grandes similitudes que persisten, salvando ciertas creencias y visiones del mundo, entre la comprensión de la ética en la antigüedad y la de hoy en día. La búsqueda de la satisfacción momentánea de los apetitos descuida la valoración racional de las cosas e, inevitablemente, limita las posibilidades de desarrollo. Esto mismo es observable en el ámbito empresarial. Si no se utilizan racionalmente los recursos, tanto naturales como técnicos y humanos, tarde o temprano, se ponen en peligro los rendimientos y los objetivos. En cierta medida, más allá de las distancias, esto es de lo que se hablaba antiguamente. Y es llamativo que estas cuestiones acerca de la ética y la moral humanas perduren por tanto tiempo y a pesar de la evolución y el desarrollo en todos los ámbitos de la vida. Quizás, precisamente debido a la complejización de la vida humana es que estos interrogantes se profundizan y deben ser considerados a la hora de aplicarlos en nuevos campos de acción.

Desde esta perspectiva, la ética que se adopte en una organización o empresa marca un norte que comprende la actividad empresarial de manera global y que la puede beneficiar en su conjunto. De esta manera, no sólo se fomentan las conductas responsables que impactan sobre el ambiente y el espacio de trabajo sino que, simultáneamente, se favorecen la gobernanza, el liderazgo, la innovación, la inversión y la reputación. El punto de partida es cambiar la perspectiva, ampliarla y, así, bogar por una conducción inteligente que tenga en cuenta la empresa en sí y la empresa en todos sus contextos. El punto es entender la complejidad de la empresa, la reciprocidad interna y externa que operan en la actividad corporativa. Y esto resulta ser no sólo “bueno” sino estratégico. El beneficio va en dos direcciones: hacia el interior de la compañía y hacia la sociedad en la que se desarrolla.

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[pullquote position=”left” hidden=”true”]El beneficio va en dos direcciones: hacia el interior de la compañía y hacia la sociedad en la que se desarrolla.[/pullquote]Pero, quizás, lo que más vale la pena destacar en este debate es la posibilidad de visualizar a la empresa- y que esta se visualice a sí misma- como un actor social importante, que se valore su impacto y que se obre para que este sea “bueno”. Y esta responsabilidad no debiera recaer sólo en la empresa; la sociedad toda debe participar como promotora y supervisora de estas conductas. Sólo un compromiso verdaderamente común puede garantizar que se consolide un cambio profundo.

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Abril Sanguinetti
Abril Sanguinetti
Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires

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