De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) actualmente existen 21 millones de jóvenes en Latinoamérica que no estudian o trabajan (grupo conocido como NINIs). De estos, 4,6 millones se encuentran “en riesgo de exclusión social, pues no estudian, no trabajan, no buscan empleo y tampoco se dedican a los quehaceres del hogar”, es decir, no emplean su vitalidad, potencial e ideas en construir, producir, crear o alimentar sueños y realidades.
Esta situación podría explicarse porque la educación puede ser deficiente y, por ende, el alumnado no tiene las habilidades necesarias para obtener los empleos existentes, o bien, porque existe un alumnado bien capacitado pero ofertas laborales limitadas. Añadiría que en la educación, en general, existe un desligamiento de la verdadera vocación de cada sujeto. Este desconocimiento, concentra la demanda laboral en ciertos sectores mientras múltiples puntos ciegos de oportunidad pasan desapercibidos. Ante este panorama, diversas organizaciones han sumado fuerzas para ayudar a los jóvenes a incrementar sus opciones impulsando el emprendimiento.
Por otro lado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el suicidio es la segunda causa de defunción de la población de entre 16 y 29 años de edad.
Lamentablemente, una gran parte del sector joven no posee deseos o interés por la actividad productiva y otros pierden el deseo de vivir. Los lazos comunitarios se desdibujan, aumenta la pérdida de confianza y el tiempo se diluye sin dirección. Como podemos ver, diariamente emergen situaciones de riesgo que requieren solución. Aquí es donde el emprendimiento social aparece como una alternativa. Pero, ¿qué es exactamente este tipo de emprendimiento?
[pullquote position=”right” hidden=”true”]El emprendimiento social es aquel negocio cuyas acciones se orientan directamente a crear y mantener un nuevo equilibrio social.[/pullquote]De acuerdo a la Revista Standford Social Innovation Review el emprendimiento social es aquel negocio cuyas acciones se orientan directamente a crear y mantener un nuevo equilibrio social. En otras palabras, hacer las cosas de una mejor forma o de una forma diferente con la finalidad de mejorar las condiciones de vida de las personas.
Existe una amplia gama de emprendimientos sociales, con diferentes objetivos, métodos de acción y visiones. Sin embargo, todos coinciden en un punto: existe un área de oportunidad a la que se propone una solución y ésta transforma la vida de las personas a gran escala. Algunos ejemplos de emprendimientos sociales son Grameen Veolia, Brac y Förorten i Centrum. Este último utiliza el arte para modificar la percepción bilateral entre la sociedad y los grupos migrantes. Lo que permite a grupos migrantes revivir el orgullo por sus comunidades y proveniencia para conseguir mejores oportunidades de vida a la par que se desarrolla el dialogo y la comprensión de nativos. El arte actúa como factor modificante porque “ensambla piezas dispersas de nuestro psiquismo que no acertaron a encontrar un encaje lógico en la vida consciente”, tal como afirma Román Gubern en El eros electrónico. Por tal razón, el circo, arte milenario que crea a través del cuerpo, está siendo, consciente o inconscientemente, un emprendimiento social.
Del circo que actualmente conocemos emerge una “historia acumulada” de tiempos prehispánicos y coloniales, entintada también de culturas asiáticas y europeas. El espectáculo que brinda tiene la intención de generar metáforas a través de los actos, de entregar breves espectáculos que cuentan una historia, brindando una experiencia casi onírica entre el espectador y el artista. Más allá del show, el circo abre otra puerta, la de la comunidad.
En el Cirko de Mente (compañía mexicana de circo contemporáneo) confluyen artistas contemporáneos internacionales y nacionales, y público, en su mayoría jóvenes. A través de los talleres, eventos y presentaciones se suma e integra a la comunidad -sin importar edad, clase social o profesión- para disfrutar de las emociones que despierta esta tradición.
Existen enormes aportaciones psicológicas, económicas y comunitarias, desde el arte circense. Al viajar, el circo comparte culturas y prácticas, es multicultural. La concentración, equilibrio y armonía se emplean en el malabarismo y contact ball. El trabajo en equipo y el amor por los otros manifiestan sus más artísticos límites en el parado de manos y técnicas aéreas, porque hay que confiar en que el otro tomará nuestra mano durante las arriesgadas acrobacia. La salud y el deporte se promueven en todas sus variantes porque el cuerpo es con lo que se trabaja. El circo acerca al público a la historia recopilada de los ancestros y comparte su sabiduría con ellos.
Sharon Paredes, directora de la academia de danza y circo nuevo Ultradanza, refiere que el artista circense no cesa su labor al salir del escenario, sino implica una coherencia en toda acción: ser respetuoso, consciente del cuerpo y buen ciudadano.
Entonces, ¿no sería el emprendimiento a través del arte circense una opción para reducir las problemáticas de desempleo, alienación social y depresión? Una de las maneras de hacer un mundo distinto es marcar la diferencia practicando la responsabilidad, creando formas distintas de dar forma, así como una obra de arte. La fiesta y los festivales circenses permiten la realización de pulsiones cotidianamente sofocadas.
En un mundo donde impera la necesidad de confiar para construir proyectos es necesario partir de la base: el sujeto inmerso en la colectividad. Y el circo aparece como una vía posible para hacerlo.