[pullquote]El activismo online es una innovación reciente en el campo del voluntariado que ya es una tendencia establecida. [/pullquote]Esta nueva práctica consiste en la participación de simpatizantes en problemáticas (sociales, políticas, económicas) a través de Internet. En algunos casos se trata de conseguir una determinada cantidad de firmas digitales, otras veces el objetivo es, simplemente, conseguir volumen de apoyo para alguna campaña y en ocasiones, incluso, se elevan causas particulares que apuntan a conseguir legitimidad pública para ser consumadas. Un sencillo ejemplo fue el de un joven de 26 años que hizo conocido su deseo de extender el horario del servicio de subterráneos a través de una plataforma que convertía cada firma electrónica en un e-mail para el Jefe de Gabinete de la Ciudad de Buenos Aires.
Las organizaciones que más hacen uso de esta innovación son las del Tercer Sector. En general, trabajan a través de sus páginas web y de las redes sociales. Pero existen portales web abiertos como MoveOn y Oiga.me que permiten a los usuarios de Internet iniciar sus propias campañas online. En este sentido, un exponente mundial de este proceder es Change.org, que despliega los logros de sus más de 58.000.000 de firmantes en su página de inicio.
La masividad y la accesibilidad de las redes sociales y los sitios web son indiscutibles; las posibilidades que plantean tanto en la recepción de las campañas como en la participación en las mismas sean, probablemente, sus mayores ventajas. De hecho, en muchos casos, en pocos minutos y con un “click” ya se está colaborando con la causa. Es por esto que el activismo en línea resulta una herramienta efectiva y poderosa, a la que también se le debe reconocer su capacidad para generar conocimiento acerca de problemas serios y para muchos desconocidos. No obstante, si bien este tipo de participación es apoyada y promovida por muchos, otros le achacan la incapacidad de equiparase con el activismo “real”, de base, callejero o que implique “poner el cuerpo”.
A partir de la crisis económica, política y social que sufrió España hace unos años, se han abierto en este país debates online acerca de la participación democrática activa y han surgido varios sitios y organizaciones, como Avaaz.org y Actuable.es, que utilizan la herramienta cibernética en busca de apoyo y con el fin de incentivar la movilización social. Pero junto a estas nuevas apariciones, perduran algunas organizaciones del siglo pasado como la Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana (ATTAC). Vigente desde 1997, este movimiento internacional boga por la justicia económica y la participación política activa. En marzo de 2013, el periódico español El Diario realizó una entrevista a su actual presidente de honor, Susan George. Al ser consultada por el potencial de la web para organizarse socialmente, declaró que “Internet es una herramienta estupenda, pero no es el lugar donde tiene que llevarse a cabo la revolución. La revolución no está en la web, está en la calle” ya que “la protesta sólo en web no tiene potencia”. Pero, ¿le quita esto legitimidad a la participación cibernética? ¿El activismo en línea distrae a la gente del activismo en calle? ¿Se trata exclusivamente de un “click” vaciado de compromiso, un “clickactivismo” o se trata de una nueva forma de fomentar el voluntariado?
[pullquote]Ya sea “online” u “offline”, lo que hace a una protesta trascendente y exitosa es su masividad.[/pullquote] Cuanta más gente haga “click” o cuantos más individuos se movilicen mayor será la repercusión y más efectivos los resultados conseguidos. Por un lado, Internet corre con una ventaja mucho mayor que la del reclutamiento callejero, y es por esto que puede otorgar un fuerte impulso para conseguir voluntarios que se comprometan con las causas. Por otro lado, en la web lo que se pone en juego es la apariencia, y un escrache cibernético puede generar un gran impacto en la imagen pública de un gobierno o una empresa.
Esto no niega la potencia inapelable de una movilización, pero se trata de generar consecuencias distintas. Es por eso que resulta improbable que las campañas en línea reemplacen a las movilizaciones callejeras, sino que surgen como instrumento y alternativa de protesta. También acondicionan el terreno para plantearse interrogantes acerca de la convocatoria actual de las marchas y las manifestaciones. Si bien siguen vigentes, cabe preguntarse si aún tienen tanta fuerza como en otras épocas comparativamente con el esfuerzo físico que significan o si han generado una suerte de inmunidad en sus destinatarios.
El voluntariado es una institución fundamental para las ONGs y, en este contexto, es apropiado pensar cómo repercute sobre ella el activismo online. Por un lado, si bien puede ser paradójico, no parece disparatado pensar que la misma facilidad que ofrece Internet para cooperar con una causa pueda, a la vez, resultar disuasiva a la hora de poner “manos a la obra”. Pero, por el otro, cabe afirmar que esta simplicidad puede volver la participación activa más atrayente porque la presenta en un formato más accesible. En este sentido, la web presenta el mundo de la ayuda voluntaria como una vía cercana y real.
[pullquote]Fomentar la participación activa es un elemento clave para crear cada vez más fuerza y más volumen en el voluntariado y en las protestas callejeras.[/pullquote] Para esto Internet constituye una vía de difusión muy valiosa. Sin embargo, es difícil saber qué cantidad de gente de las que hacen click en una campaña online se involucra luego con iniciativas que requieren más que tener un mouse en la mano: no es posible garantizar que detrás de un “Me gusta” se pueda hallar un compromiso profundo.
Pero la cuestión es más compleja aún. Para analizar la consistencia de su alcance hay que tener en cuenta dos variables: por un lado, la eficacia concreta de los resultados de la campaña y, por el otro, el efecto individual, que puede o no verificarse en la concientización de los participantes. Según el blog de Greenpeace, “el público cobra cada vez más fuerza en las redes sociales, donde las empresas y los gobiernos ya no pueden controlar todas las formas en que son retratados” y enumera las victorias obtenidas que incluye el haber modificado prácticas antiecológicas de numerosas marcas reconocidas mundialmente. Entre sus triunfos se encuentran las campañas “Únete al lado luminoso de la fuerza”, campaña contra Volkswagen para que se reduzcan las emisiones de dióxido de carbono al ambiente y un spot exigiéndole a la multinacional Coca-Cola el reciclado de sus envases plásticos. La meta del anuncio era conseguir adhesiones a través de Internet para apoyar la campaña contra la firma. En estos casos, la herramienta principal para llevar a cabo las campañas fue Facebook que, según la organización, “se ha convertido en una fuerza motriz en el activismo digital”.
La victoria de estas iniciativas es indiscutible debido al impacto que tienen en las empresas a las que se dirigen, las cuales incluso toman nota de las demandas. Tal fue el caso de Volkswagen, que luego de la campaña de la ONG abrió su página en Facebook a la opinión del público para que expresaran qué les gustaría que la compañía hiciera con más frecuencia. Ahora bien, el otro punto a considerar son las transformaciones que se perciben a nivel particular ¿Se genera en la gente un cambio de conciencia en cuanto a la participación activa? ¿Surge, en consecuencia, una predisposición para el voluntariado? ¿Se siembra un compromiso sólido hacia la participación en las problemáticas? Es complejo calcular estas estadísticas, pero no sería adecuado conjeturar que estos proyectos pasan sin pena ni gloria por el vasto universo cibernético. Indudablemente, la trascendencia existe en mayor y en menor medida según el caso y, sobre todo, repercuten en el conocimiento y la concientización en el público masivo.
[pullquote]En lo que refiere a la relación entre el activismo online y el activismo callejero es imposible que se trate de una relación antagónica.[/pullquote] Las ventajas que comprende el uso de Internet son innegables y debieran ser aprovechadas por el activismo en general. Pero el desafío radica en hallar el equilibrio entre el amplio mundo de las redes y aquel de las movilizaciones y el voluntariado. Utilizar las herramientas como medios y no como fines es la manera de explotarlas y, en este caso, de que resulten provechosas. No subestimar ni sobreestimar un instrumento como Internet es la clave para aprovecharlo al máximo de sus posibilidades.
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